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El taller donde se detiene el tiempo

María Piedad Chicaiza nos abrió su casa, nos dejó pasar a su taller y nos permitió entrever una parte de su alma. Hoy celebramos y agradecemos cada parte de su inspiradora historia.

 

Con la voz entre cortada y emociones encontradas, visitamos la historia de María Piedad Chicaiza, modista de profesión y artista innata. Nos permitió pasar a su taller, compartimos una mañana y hasta disfrutamos de un rico helado. Ella nos recordó, que si bien no todos tenemos la misma lucha ni tampoco gozamos de los mismos privilegios, contar las historias detrás nos puede permitir conectar, empatizar y por qué no, también inspirar. Y es que a veces los obstáculos y las limitaciones, pueden convertirse en nuestra fuente de fortaleza.

 

“Amo mi trabajo, me encanta lo que hago aquí, a veces me olvido de que no puedo levantarme, de que no puedo caminar o que no puedo coger las cosas, el trabajo me llena tanto y es parte de mi vida que me olvido… Este es mi lugar”.

 

María Piedad es nuestra cliente en el local de Cumbayá, empezó con su profesión como modista a los 15 años con el sueño de su padre de querer tener una tienda de ropa, su gusto por la confección y por la moda la motivó para poder comprar con la ayuda de su padre su primera máquina de coser y con el paso del tiempo, ya entrando al mundo laboral obtuvo su máquina de overlock. Empezar de cero tiene ya sus dificultades y sin lugar a dudas requiere de valentía, esfuerzo y perseverancia. Su carácter fuerte y búsqueda de independencia la llevaron a tomar el mando, arriesgarse y luchar.

Entre un poco de nostalgia nos abrió no solo las puertas de su casa, sino de su corazón, nos contó cómo cuando su negocio despegaba, se topó con un reto decisivo que marcó su vida por completo. Fue diagnosticada con distrofia muscular, una enfermedad que de a poco le iba limitando sus actividades. Al principio tuvo inconvenientes con sus extremidades inferiores, ya no podía mantenerse en pie, pero luego con el tiempo la enfermedad siguió avanzando, afectando la movilización de sus manos también.

 

“Tengo discapacidad física, tengo distrofia muscular, se me iban cerrando los caminos porque ya no podía mantenerme de pie, luego comencé a enfermarme con mis manos también… Muchas veces quise cerrar mi taller pero algo en mi me motivaba y ese motor era mi familia, eran mis hijos, Dios y las circunstancias que me llevaron a fortalecerme, seguir y luchar.”

 

María Piedad nos confió, lo difícil que fue para ella el aceptar su condición. De hecho, al principio se negaba a la idea de un andador como ayuda del gobierno y menos aún, una silla de ruedas, hasta pensó en cerrar su taller y dejar sus sueños. Pero con el paso del tiempo, ella vio que necesitaba de estos implementos para poder continuar con su vida, así que empezó por reconocer su enfermedad. Se dio cuenta, que solo al aceptarse a sí misma por completo, incluida su discapacidad, podría amarse de manera incondicional y seguir. Así, lo que un día le causó rechazo y vio como símbolo de debilidad, constituyó su nueva compañera de aventuras, su silla de ruedas. Hoy en día la utiliza para realizar sus compras, para salir de paseo e incluso movilizarse dentro de su hogar.

 

“…pero uno tiene que aceptarse a uno mismo y llegar incluso a amar esas pruebas que Dios le ha puesto en el camino, la discapacidad. Y en esa silla me he movilizado, en esa silla me he ido a hacer compras, en esa silla me he sentido con satisfacción de hacer lo que a mí me gusta, comprar las telas para la confección.”

 

María Piedad y su familia lucharon mucho buscando una cura, una solución. Sus esfuerzos resultaron inútiles, pero de manera inexplicable la aceptación de su discapacidad, su amor por el trabajo y su convicción de ser una mujer independiente, la llevaron a seguir adelante. Ha continuado en el negocio de la confección por sus clientes que confían en sus manos y en su trabajo. Actualmente tiene un taller que lleva por nombre PIETT HENRY, este nombre hace referencia a ella y a su esposo quien ha sido un valioso apoyo durante todo este proceso.

Es domingo y María Piedad se encuentra en su taller, nos muestra un abrigo que está confeccionando y nos permite entrever una parte de su alma. Sentada en ese mágico espacio ubicado en Puembo, la luz ilumina resplandeciente, se detiene el tiempo, se significan los males y ella con una paz inquebrantable en su voz nos confía un último consejo para su yo joven, esa mujer que estaba empezando la travesía llena de incertidumbre: “Le diría que no se rinda, que luche por sus sueños”.

 

Escrito por: Estefanía Jiménez y Wendy Toca x Mil Colores

Para contactar a María  Piedad Chicaiza:

Instagram: @piett_henry

WhatsApp: https://wa.me/+593992774449

El taller donde se detiene el tiempo

María Piedad Chicaiza nos abrió su casa, nos dejó pasar a su taller y nos permitió entrever una parte de su alma. Hoy celebramos y agradecemos cada parte de su inspiradora historia.

 

Con la voz entre cortada y emociones encontradas, visitamos la historia de María Piedad Chicaiza, modista de profesión y artista innata. Nos permitió pasar a su taller, compartimos una mañana y hasta disfrutamos de un rico helado. Ella nos recordó, que si bien no todos tenemos la misma lucha ni tampoco gozamos de los mismos privilegios, contar las historias detrás nos puede permitir conectar, empatizar y por qué no, también inspirar. Y es que a veces los obstáculos y las limitaciones, pueden convertirse en nuestra fuente de fortaleza.

 

“Amo mi trabajo, me encanta lo que hago aquí, a veces me olvido de que no puedo levantarme, de que no puedo caminar o que no puedo coger las cosas, el trabajo me llena tanto y es parte de mi vida que me olvido… Este es mi lugar”.

 

María Piedad es nuestra cliente en el local de Cumbayá, empezó con su profesión como modista a los 15 años con el sueño de su padre de querer tener una tienda de ropa, su gusto por la confección y por la moda la motivó para poder comprar con la ayuda de su padre su primera máquina de coser y con el paso del tiempo, ya entrando al mundo laboral obtuvo su máquina de overlock. Empezar de cero tiene ya sus dificultades y sin lugar a dudas requiere de valentía, esfuerzo y perseverancia. Su carácter fuerte y búsqueda de independencia la llevaron a tomar el mando, arriesgarse y luchar.

Entre un poco de nostalgia nos abrió no solo las puertas de su casa, sino de su corazón, nos contó cómo cuando su negocio despegaba, se topó con un reto decisivo que marcó su vida por completo. Fue diagnosticada con distrofia muscular, una enfermedad que de a poco le iba limitando sus actividades. Al principio tuvo inconvenientes con sus extremidades inferiores, ya no podía mantenerse en pie, pero luego con el tiempo la enfermedad siguió avanzando, afectando la movilización de sus manos también.

 

“Tengo discapacidad física, tengo distrofia muscular, se me iban cerrando los caminos porque ya no podía mantenerme de pie, luego comencé a enfermarme con mis manos también… Muchas veces quise cerrar mi taller pero algo en mi me motivaba y ese motor era mi familia, eran mis hijos, Dios y las circunstancias que me llevaron a fortalecerme, seguir y luchar.”

 

María Piedad nos confió, lo difícil que fue para ella el aceptar su condición. De hecho, al principio se negaba a la idea de un andador como ayuda del gobierno y menos aún, una silla de ruedas, hasta pensó en cerrar su taller y dejar sus sueños. Pero con el paso del tiempo, ella vio que necesitaba de estos implementos para poder continuar con su vida, así que empezó por reconocer su enfermedad. Se dio cuenta, que solo al aceptarse a sí misma por completo, incluida su discapacidad, podría amarse de manera incondicional y seguir. Así, lo que un día le causó rechazo y vio como símbolo de debilidad, constituyó su nueva compañera de aventuras, su silla de ruedas. Hoy en día la utiliza para realizar sus compras, para salir de paseo e incluso movilizarse dentro de su hogar.

 

“…pero uno tiene que aceptarse a uno mismo y llegar incluso a amar esas pruebas que Dios le ha puesto en el camino, la discapacidad. Y en esa silla me he movilizado, en esa silla me he ido a hacer compras, en esa silla me he sentido con satisfacción de hacer lo que a mí me gusta, comprar las telas para la confección.”

 

María Piedad y su familia lucharon mucho buscando una cura, una solución. Sus esfuerzos resultaron inútiles, pero de manera inexplicable la aceptación de su discapacidad, su amor por el trabajo y su convicción de ser una mujer independiente, la llevaron a seguir adelante. Ha continuado en el negocio de la confección por sus clientes que confían en sus manos y en su trabajo. Actualmente tiene un taller que lleva por nombre PIETT HENRY, este nombre hace referencia a ella y a su esposo quien ha sido un valioso apoyo durante todo este proceso.

Es domingo y María Piedad se encuentra en su taller, nos muestra un abrigo que está confeccionando y nos permite entrever una parte de su alma. Sentada en ese mágico espacio ubicado en Puembo, la luz ilumina resplandeciente, se detiene el tiempo, se significan los males y ella con una paz inquebrantable en su voz nos confía un último consejo para su yo joven, esa mujer que estaba empezando la travesía llena de incertidumbre: “Le diría que no se rinda, que luche por sus sueños”.

 

Escrito por: Estefanía Jiménez y Wendy Toca x Mil Colores

Para contactar a María  Piedad Chicaiza:

Instagram: @piett_henry

WhatsApp: https://wa.me/+593992774449

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